ANA LONGONI Danza butoh entre la colosal estructura abandonada de una fábrica metalúrgica, una instalación en un baldío donde funciona un "merendero" para chicos en San Telmo, un mural colectivo donde sesiona una asamblea barrial, una acción que simula una detención a escasos metros de los policías que efectivamente custodian el desenlace de un piquete en algún puente del Gran Buenos Aires... En los últimos tiempos se ha vuelto evidente una serie de iniciativas de los artistas (plásticos, músicos, videastas) para articular sus prácticas con la revitalizada praxis social, e intervenir en los nuevos movimientos sociales.
Esas intervenciones adoptan desde formatos convencionales, ahora insertos en espacios no habituales (un ejemplo son los cuadros de caballete colgados en una plaza pública en apoyo a las obreras de la fábrica Bruckman), hasta propuestas experimentales vinculadas al arte de acción o la intervención urbana (en paredes, calles, afiches y distintivos). Desde murales que evocan el arte público mexicano hasta muestras multitudinarias en espacios institucionales —por ejemplo, la subasta "Las camitas" en el CC Recoleta a fines del 2002), más masivas aun que el renombrado "Homenaje al Vietnam", en el que participaron trescientos artistas en la galería Van Riel en 1966.
Ciertamente, no es la primera vez en la historia del arte argentino que surgen grupos de artistas que se proponen hacer de sus producciones una forma de praxis política. Al menos desde 1914, cuando surgieron los Artistas del Pueblo, el grupo de pintores y grabadores anarquistas integrado por Guillermo Facio Hebecquer, José Arato, Abraham Vigo, Agustín Riganelli, Santiago Palazzo, Adolfo Bellocq y Santiago Stagnaro, muchos artistas sostuvieron vínculos (públicos o secretos, persistentes o efímeros) con organizaciones de trabajadores, partidos políticos o el movimiento de derechos humanos, y a partir de esa tensión reformularon sus prácticas, la circulación de sus obras, los lenguajes a emplear.
Desde 1997 aparecieron nuevos grupos en esta reiterada encrucijada, integrados por jóvenes (egresados de las escuelas de arte o audidactas), por artistas que venían de experiencias similares en los 80 (como Daniel Sanjurjo) y en los 60/70 (como Juan Carlos Romero). Tanto el Grupo de Arte Callejero y Etcétera se involucraron con las dimensiones visuales y performáticas de los escraches de H.I.J.O.S.. Ambos grupos continúan produciendo, mientras otros se disolvieron o devinieron en nuevos grupos: en Buenos Aires, La Mar en Coche y La Mutual Argentina; Costuras Urbanas en Córdoba; En Trámite en Rosario, entre otros.
Tras el proceso que eclosionó a fines del 2001, este tipo de iniciativas se multiplicó: Taller Popular de Serigrafía, Máquina de Fuego, Argentina Arde, Arde Arte, Periferia, Grupo (n)* (La Plata), Urbomaquia (Córdoba), Ejército de Artistas, Por un Arte de la Resistencia, el Proyecto Resistencia de Hugo Vidal y Cristina Piffer (imagen del fardo de algodón) y Buenos Aires, el proyecto Liquidación.org del holandés Mathijs de Bruijne junto a los cartoneros, y muchos más. Ante tanta diversidad vale formular ciertas líneas de lectura.
Uno, algunos de estos artistas sostienen al interior del campo artístico un tipo de prácticas y lenguajes, y otro, muy distinto, en sus intervenciones grupales en la calle. Es el caso de los contrastes entre la obra pictórica de Magdalena Jitrik y las producciones del grupo TPS, que ella integra junto a otros artistas. Dos, es evidente el recurso a la cita, la apropiación (a veces acrítica) o la reformulación que varias de estas producciones realizan sobre experiencias previas de cruce entre vanguardias artísticas y políticas: el constructivismo ruso, el surrealismo, la gráfica del mayo francés y —en abundancia— la experiencia de "Tucumán Arde", de los artistas porteños y rosarinos que rompieron con el Instituto Di Tella en 1968. Un ejemplo: en octubre de 2002, un grupo replicó una acción en homenaje al Che Guevara que había fracasado el 8 de octubre del 68. Esta consistió en teñir de rojo el agua de las fuentes céntricas porteñas. En aquel entonces, el operativo de verter la anilina había tenido que lidiar con la represión durante la dictadura de Onganía. Aquellos artistas (Roberto Jacoby, Pablo Suárez, Margarita Paksa, J.P. Renzi y otros) ignoraban que el agua se renovaba todo el tiempo y por lo tanto, el tenue color se diluyó en instantes. Treinta y cuatro años más tarde, la decadencia del Estado nacional estancó el agua de la fuente del Congreso en charcos inmóviles, que lograron ser teñidos de sangre.
Tres, las presiones de las tendencias curatoriales propicias al "arte político" (locales pero sobre todo internacionales, como se evidenció en las dos últimas Documenta Kassel y en la actual Bienal de Venecia), generan tensiones al interior de los mismos grupos ante el riesgo de institucionalización que algunas convocatorias implican. Entretanto, se están discutiendo con intensidad los modos en que estas prácticas entran en relación con los movimientos sociales en los cuales se inscriben, cuáles son sus aportes específicos, etc.
Para concluir, quizá el rasgo más sobresaliente y novedoso de esta escena es el autoanálisis de estos mismos artistas cuando reflexionan sobre la colocación complicada de sus prácticas artísticas dentro del circuito artístico y fuera de él, en sus cruces con la praxis social y la política. Varias iniciativas recientes dan cuenta de ello. Desde la revista Ramona y el proyecto Venus se convocó al encuentro Multiplicidad en diciembre de 2002. Este reunió a una veintena de colectivos artísticos que, más allá de su heterogeneidad, comparten el rechazo de jerarquías y la "horizontalidad en la organización grupal", como dice el investigador José Fernández Vega.
También en los últimos dos meses, propiciaron tres debates sobre la tensión entre arte y política, arte y conflicto (en el MALBA, en la semana de apoyo en Bruckman y en el Cabaret Voltaire) que desataron apasionadas y masivas discusiones sobre tópicos hasta hace poco considerados arcaicos. Del mismo modo, aunque con alcances por ahora más íntimos, el taller sobre práctica artística y práctica social en la Argentina actual lanzado desde el espacio Duplus, reúne a gente vinculada con el quehacer artístico y a sociólogos del Colectivo Situaciones, partiendo —como explicitan sus Bases Conceptuales— del "crítico contexto social, político, económico y cultural que se ha configurado en el país después de diciembre de 2001. Estos cambios, desde nuestra perspectiva, exigen una profunda reconsideración de la práctica, las políticas y el pensamiento artístico local". Todas estas son iniciativas colectivas interdisciplinarias que avanzan en pensar la crisis o reformular el estatuto de lo artístico en relación con la crisis de legitimidad de las viejas formas de representación, tanto de la política como del arte.